Un trayecto. Un transporte. Un bus nunca antes tomado. Montar en buses rurales, y de hecho cualquier transporte público, es una ventana al diario vivir de los locales. Un espacio que sus almas habitan constantemente. Esta antigua Toyota, camino a Fredonia, era exactamente eso, como entrar en la casa de un nuevo conocido.
Mi misión hoy es llegar temprano a Medellín. En Marsella, un corregimiento de Fredonia, pregunto en la tienda mixta local: “¿A qué horas pasa el bus a Medellín?”.
“Aaah, ese bus ya pasó. Le toca esperar el de las 10:40. Eso, o arrimar a Fredonia y coger el bus desde allá”, me dice el tendero.
Tengo que llegar a Medellín a las 11 a.m. Son las 8 a.m. Justo en ese momento pasa una antigua Toyota de transporte público, común en las zonas rurales de Antioquia, camino a Fredonia.
“Dígale al conductor que lo deje en la flota”.
Con eso, y justo a tiempo, la antigua Toyota para frente a mí. En la parte de atrás de la camioneta, dos bancas negras ubicadas contra los costados, una frente a otra. Una pareja y dos campesinos ocupaban ya parte de ellas.
Camino a Fredonia, escucho la conversación de los campesinos.
“Qué frío el que está haciendo en Fredonia, y yo que no traje abrigo”, exclama el campesino a mi lado, sentado de costado, mirando la carretera.
En frente de él, otro campesino, con camisa azul manga larga, anillo, brazalete y reloj en muñeca, le responde: “Allá se toma unos guaros para que se caliente”.
El otro contesta: “No, yo ya no puedo con el guaro, eso es para hombres”.
Paramos en unas casas en el camino y un hombre inmediatamente se sube al techo de la camioneta, a pesar de que aún había espacio adentro. Esto jamás se vería en Medellín. Pero en el campo, en el campo las personas tienen otras prioridades, se permiten más flexibilidad. Si el tipo se cae, seguro le echarían la culpa a él mismo.
En la estación de Fredonia, dos cuadras abajo de la plaza principal, me dicen en la taquilla: “El próximo bus sale a las 10 a.m.”. “¿Cuánto se demora, más o menos, en llegar a Medellín?”, pregunto. “Dos horas, pero hoy siendo domingo, seguro una hora y media”.
Con esa sentencia, mis esperanzas de llegar a Medellín a tiempo se desvanecen. En este particular día, estoy en paz con mis errores. Hoy, solo tengo el presente, y no hay nada más que pueda hacer. Lo que queda es mantener la postura, y hacer lo mejor del ahora.
Antes de arrancar el bus hacia Medellín, un señor en la silla del frente cae en cuenta de que el periódico que compró hoy es del día anterior:
“¡Yo sí decía que la portada se me hacía tan similar a la de ayer!”.
Mantener la postura y hacer lo mejor del presente.