“Yo no necesito de mucho, tan poquito necesito yo”
Con esta canción repitiéndose en mi mente comienzo el día. Caminando el pueblo de Jericó, Antioquia. A pocos días del nuevo año, mis pensamientos se dispersan en lo que me deparará el año que viene.
Siempre que vengo a Jericó, mi primer destino es el antiguo monasterio de la Visitación, finalizado en 1915. En visitas pasadas, esta construcción funcionaba de centro cultural y hostal, con el nombre Bomarzo. Desde el 2024, y con un cambio de administración, ahora se llama La Oculta. A pesar del cambio, adentro encuentro un lugar y una cara familiar. “Yo te he visto por acá”, me dice el hombre que atiende la fonda de tango El Caminito, que aún permanece.
“Te me haces conocido. ¿Vos viniste con una mujer?”
Una vez me dice esto, recuerdo quién es.
A Jericó, he venido a conocer, he venido con exnovias, he venido de visitar por el día y hasta de trabajo remoto. Hace dos años, fue él quien me recibió por una semana en este monasterio convertido hotel. Pero, la vez que él me recibió, cuando aún se llamaba Bomarzo, vine solo, y resultó siendo la misma fecha del centenario de Manuel Mejía Vallejo.
Comienzo en zigzagueo por las calles de Jericó, asegurándome de caminar por las cuadras que aún no conozco. Paso por una calle con olor a palo santo. Paso por calles poco frecuentadas por visitantes, atrayendo un par de miradas, sonrisas y “buenos días”.
Entre las calles, me encuentro con la sede de antropología de MAJA (Museo de Antropología y Artes de Jericó, Antioquia). Aquí, además de excelentes exposiciones, hay buena música, buen ambiente, y buen café (Don Rafa, también ubicado en la plaza principal). El patio interior es agradable para sentarse un rato, con una pequeña fuente, obras de arte, y música que suena desde el teatro. Hoy es jazz, tango, piano y música clásica.
En el patio, me aseguro de siempre visitar un retrato en especial. Hace parte de la exposición Cuadros Vivos: Obras de artistas antioqueños recreadas en fotografías. Este retrato me recuerda la historia de la mujer plasmada en él.
Conocí a esta mujer la primera vez que vine a MAJA, hace dos años. Atendía la tienda del museo. Conversamos un rato. Ella estaba cerca de graduarse del colegio. Tenía una mirada profunda, optimista, y llena de esperanza. Esos mismos ojos los reconocí en uno de los “cuadros vivos”. Era ella quien había posado para una de las recreaciones.
Luego de graduarse del colegio, su plan era de ir a España y estudiar. Tenía sueños y metas, y Jericó se quedaba pequeño para todas ellas.
Después de esa vez, no regrese por más de un año a Jericó. Cuando al fin regresé en otra ocasión, y luego de ver su retrato de nuevo, no podía evitar preguntarme, ¿qué habrá sido de la vida de ella? ¿Habrá dejado Colombia y cumplido sus sueños?
Hoy, viendo su retrato de nuevo en la pared, no puedo evitar pensar en su paradero. De Jericó a España. Qué no habrá aprendido, qué no habrá vivido y probado.
Esa vez que regresé a Jericó, al año de conocer a la mujer del retrato, la volví a ver. En el parque principal, sentado, vi en un restaurante lo que me pareció ser ella. De lejos, la miré detalladamente. Tenía que ser ella. Pero, ¿cómo? ¿Está aquí? ¿Qué habrá pasado con su sueño europeo, de comerse el mundo? Ella estaba trabajando de mesera, atendiendo mesa tras mesa de ese ocupado restaurante.
Pensé en ir a saludarla, pero no me atreví. ¿Por qué? Que se acordará de mí, ¿qué le podría decir? Solo conversamos una vez, y mi mundo, al igual que Jericó, debió parecer enano en sus ojos de retrato. Entre mesas y mesas, a la distancia, pareció que cruzamos miradas, pero no me reconoció.
No dudo que era ella. Aunque me gustaría pensar lo contrario. Deseaba que no fuera ella, que estuviera en Europa creciendo su apetito por el mundo.
Se nubla la tarde. Comienzan a caer gotas del cielo. El clima está agradable. Sigo zigzagueando las calles, buscando vida, buscando arte. Buscando inspiración, nuevas calles y nuevas metas para el año que viene. En el bar Tangos y Algo Más me tomo una bien merecida Costeñita.
Me siento en el Parque Principal, en el mismo punto donde vi por última vez la mujer del retrato. Esta vez, estoy entre querer encontrarla y no encontrarla de nuevo. La busco entre restaurantes, no seguro cuál era bien exactamente.
Si no la veo hoy, quizás algún día la volveré a ver, en Jericó, cuando ella haya regresado por un momento, de conocer y conquistar el mundo.
Espero y espero a verla, sentado en el parque principal, pero hoy el restaurante donde la vi por última vez está vacío.