Pase lo que pase, debo estar afuera a las 7 a.m. No he conocido mejor regla para salir a conocer un lugar. Es el antídoto perfecto para una mente que siempre busca investigar un destino más antes de salir: una mezcla entre procrastinación e inercia.

Con diez minutos restantes, tengo que decidir qué visitar y hacia dónde ir. Es la fuerza que necesita el cerebro para dejar de creer que existe algo como la decisión perfecta. Obligado a elegir, tomo rumbo hacia Envigado para caminar la ciudad.

En la estación de metro de Envigado me reciben grandes y ruidosas avenidas, retumbando en una estampida de motores y llevándose cualquier fragmento de tranquilidad. Está bien, nueva regla: evita las vías principales a toda costa. En ellas, la vida de barrio y de comunidad se atrofia.

Cruzando la calle, llego al Parque Biblioteca Débora Arango y encuentro el primer espacio de paz en el recorrido. Todavía es temprano. El parque apenas está abriendo. En un costado, un café comienza a sacar mesas y sillas para iniciar servicio.

La biblioteca es de arquitectura moderna, con líneas rectas y limpias. Por una pequeña puerta en la fachada entran jóvenes músicos con sus instrumentos. En sus ojos se ve un aire de posibilidades infinitas, un aire que se hace escaso con los años, pero que puede conservarse si se nutre constantemente.

Cancha de basquetbol en San Marcos, Envigado
Fachada del Instituto Marceliano Vélez en Envigado

Alejándome de la vía principal, camino hacia el barrio El Portal. Aquí hay más vida. Personas caminando en el parque, haciendo ejercicio y saliendo de sus casas para comenzar el día. Ya lejos del rugir de motores, los pensamientos comienzan a asentarse. Solo despeja la mente y observa el momento. Vive lo que está aquí. Camina despacio y observa con nuevos ojos.

Por San Marcos me encuentro con la Casa de la Cultura Miguel Uribe Restrepo. Por coincidencia, está a punto de comenzar un recorrido guiado por Envigado, organizado por el Grupo de Vigilantes del Patrimonio Cultural. Me uno al grupo y, caminando por las calles de Envigado, sigo buscando un caminar más consciente y una mirada más atenta.

Vitrina del Almacén La Corona, con sus santos, carros miniaturas y otros cachivaches
Tocadiscos antiguo en el Almacén La Corona

—“Ahorita va a llover fuertecito, esto es puro sol de agua” —dice el guía, ya con el sol calentando el día.

Caminamos por varias plazas, parques y monumentos de Envigado. Entre mis favoritos: el Parque San Marcos y el Almacén La Corona, con antigüedades, vinilos y otros cachivaches. Al ver entrar al grupo de casi veinte personas, una clienta de mayor edad le dice a su acompañante: “vea qué buena espalda la que tenemos”.

Ya era la tarde cuando terminamos el recorrido en la Plaza Principal de Envigado, de regreso a la bulla de las calles principales. Algo somnoliento, encuentro refugio en el último lugar por visitar: Libros y Café Envigado. Aquí, junto a un bien merecido café, comienzo a redactar estas palabras.

Puesto callejero de venta de tinto en las calles de Envigado
Barra construida a partir de libros viejos en Libros y Café Envigado
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Plaza de Mercado
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Parque Amaneceres
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Libros y Café Envigado
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La Corona
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Parque San Marcos
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Casa de la Cultura Miguel Uribe Restrepo
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Parque Debora Arango
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Parque Principal Envigado